Año: 2014
Una Semana Santa para recordar mucho tiempo, en la que el sol reservó silla en primera fila, aunque que caprichoso fue, ya que a algunos lugares no volvió el Domingo de Resurrección. Por lo demás, Semana Santa para enmarcar, la cual pude empezar en Sevilla, en esa tierra de María que tanto me gusta, en esa ciudad única para mí, por ese embrujo que tiene o por ese aroma a azahar que se puede respirar cuando uno entra en ella.
Una Semana Santa para recordar mucho tiempo, en la que el sol reservó silla en primera fila, aunque que caprichoso fue, ya que a algunos lugares no volvió el Domingo de Resurrección. Por lo demás, Semana Santa para enmarcar, la cual pude empezar en Sevilla, en esa tierra de María que tanto me gusta, en esa ciudad única para mí, por ese embrujo que tiene o por ese aroma a azahar que se puede respirar cuando uno entra en ella.
No sabía que iba hacer este día, si quedarme en Linares, viajar hacía
otro destino en busca de otras Semana Santas o ir de nuevo allí. Cuando me
desperté, hice como supongo que todo cofrade hace... Subir la persiana y comprobar que comenzábamos con buen pie. Al rato
de contemplar el sol y empezar a prepararme para salir, aún sin destino claro,
puse Canal Sur Radio, lo que me ayudó claramente a decidirme, ya que en directo
estaban retransmitiendo la salida de la Cofradía de la Paz de Sevilla.
Un camino muy caluroso, pero con la ilusión que siempre me lleva una y
otra vez tras ese destino, Sevilla. Una vez allí, nada más adentrarme en su
alma, cerca de su Iglesia Catedral, pude disfrutar de la primera instantánea
que la Semana Santa me dejó, que no fue otra que la de ese manto blanco de la
Virgen de la Paz. Un paso de palio que anda con la finura y el sello de ese
capataz que ha hecho que sus cuadrillas rocen la perfección, que es Antonio
Santiago. Ayudado por un equipo de auxiliares inmejorable, mandaba esa chicotá, Javier Prieto. Que belleza, que sencillez como reviraba ese
paso, acompañado de una bulla que no quería avanzar, pero que avanzaba, como
las olas en el mar. El tiempo tampoco quería avanzar y se paró bajo el Arco del
Postigo, para ver levantar a pulso a la Reina de la Paz y seguir dejando
momentos escritos con letras de oro en el libro de la Semana Santa sevillana.
Junto a unos amigos de Linares y Úbeda con los que quedé más tarde, fui en busca de
la Cena. Ya avanzaba ese río de túnicas blancas por la Plaza del Duque buscando
Campana. Allí me crucé con más amigos y compañeros de oficio esperando
llegar el paso. Tras una espera no muy larga, pero en la que el sol se hacía
notar, se empezaron a escuchar esos sones, ese sonido de tambor tan característico,
como es el de Las Cigarreras. Un misterio al que no le tiembla el pulso a la
hora de avanzar siempre de frente. Que bonito sería… Pero que bonito es ver y
vivir momentos así, pasen los años que pasen, siempre, con más ilusión si cabe
y a lo lejos, sonando, Cigarreras de Sevilla…
Lo único que había claro de esta tarde es que Herodes aguardaba aún en San Juan de la Palma y había que ir a verlo. Yo llegué tras el viaje un poco tarde a la ciudad y decidí que aunque viera pocos pasos, los vería bien, tranquilo, sin luchar con la bulla. Camino en busca del Desprecio, pude ver el paso del Cristo de la Buena Muerte de la Hermandad de la Hiniesta, acompañado de otros característicos sones, como son los de “El Arahal”. También pude ver al Nazareno de San Roque bajar por calle Orfila, a los sones de la Centuria de la Macarena, los cuales me llamaron la atención, porque tenían un sonido más, llamémosle, renovado, lo cual me agradó mucho.
Y llegó Herodes, esa mole que avanza sin miedo al destino, “AndandoNaMá”,
quitando el sentío, dejando a Sevilla boquiabierta como niño que se asombra ante Dios y su
belleza. Un misterio, con apellido propio, Villanueva, que ha conseguido una de
las cuadrillas más macizas y mejor vistas dentro de este mundo, aparte de conseguir
también que andar por Sevilla siempre de frente guste, con este paso, tanto a
rancios de pro, como a los más “vanguardistas” del costal. Ver llegar a este
misterio, es un momento que uno no se puede perder, al son de una de las bandas más
señeras de Sevilla, la del Santísimo Cristo de las Tres Caídas.
Por si fuera poco, tras el Silencio ante el Desprecio, venía la Amargura, bella donde las haya, con San Juan y su ternura. Un palio que poco hay que decir de él que no se sepa, que pasen los años que pasen, siempre gusta verla. Amargura, un nombre que dice mucho con solo nombrarla, pero que cuando la ves de cerca, al son avanzando, mejor callar, disfrutar, sin decir nada.
Y para colmo de vuelta buscando las Penas de la Estrella hacia Triana, disfruté de Herodes, de nuevo, entrando en Campana…
Buen reportaje que explica con bonitas fotos y videos lo que disfrutaste el Domingo de Ramos en Sevilla.
ResponderEliminarSaludos.