347 días quedan, de una cuenta atrás que varía año tras año, pero que cada uno de ellos se cuenta con las mismas ganas, o más si caben, aunque es difícil, pero llega con más ilusión, esa de cualquier niño cofrade que vive en cada uno de nosotros, porque alguno ya no somos tan niños, pero por suerte, llevamos un veneno que nos recorre el cuerpo, las venas, que hace que cada Semana Santa se espere con más ganas, más ilusión, y no se porque será, pero igual es porque hay una Esperanza que me tiene enamorao y seguro que es la culpable de que me muera de ganas de volver a ponerme el costal, aparte de querer volver a verla, a Ella, a la Esperanza y sentir lo que siento cada año, bajo mi Oración, aunque lo que he vivido este año ha sido, pufff, increíble, hermoso, inolvidable...
Una Semana Santa que nunca olvidaré, un año muy especial, en el que cumplí 30 años de edad y 15 como costalero, lo que hace que lleve media vida bajo los pasos, en la que Dios me ha dejado que saque 52 de ellos, si, 52 pasos como costalero, (Oración, Gracia, Salud, Amargura, Mayor Dolor, Dolores, Santo Entierro, Estudiantes y Resucitado de Linares, Prendimiento de Úbeda, Calvario, Descendimiento y Villaviciosa de Córdoba, y Cruz de Mayo de la Espiga de Sevilla, más 2 que fuí de traje, en Linares y en Sevilla), aunque en alguno me ha llovido, pero no puedo quitar todo lo que cada uno conlleva, desde la primera toma de contacto o el primer ensayo, hasta los últimos minutos de tensión que se viven en la iglesia o la capilla antes de meterse bajo los pasos, cuando llueve o cuando no.
Pasé el peor Domingo de Ramos de mi vida, por la presión que tenía de cara al Lunes, pensando en que pasaría si ocurriera algo y tuviera que ausentarme unos minutos bajo el paso, lo que creo que no era justo, pero ya pasó y cumplí, cumplí con todo lo que me vino, por si alguien lo dudaba, que se que si, pero que demostré que no, y aunque me quedó pendiente una deuda con San Francisco, creo que fue un Lunes Santo de libro, para la historia, para guardar, como ya dije... "con letras de terciopelo para poderlo acariciar."
Hubo más días y muchas cosas que contar, muchas que ya contaré, las que hicieron que esta Semana Santa fuera la más bonita de las que he vivido.
Este año, se lo dedico a mi padre, porque como dije el Miércoles Santo tras salir del paso, "me conformo con que me esté viendo".
Comienza el tiempo de espera, los días de ver vídeos, de recordar, de analizar, de repasar, de pensar, de contar, de disfrutar de lo vivido y de lo que vendrá.
Dios me guarde muchos años, a mí y a los míos, siendo lo que son, lo que somos, "valientes y costaleros".
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