Este año, si nadie lo remedia, de ningún rincón de su casa colgará la vestimenta alba con la que se revestía cada Martes Santo. Se llama Luis Alberto Gutiérrez Pérez, tiene 46 años y es hermano del Dulce Nombre desde los 9. Sobre este ex árbitro de fútbol de Primera División ha recaído una las condenas más dolorosas que puede recibir todo buen cofrade que se precie. El Tribunal Interdiocesano de Primera Instancia le ha considerado culpable de un delito de "desacato y coacción" a la autoridad eclesiástica, en la persona del comisionado de su hermandad, Manuel Toledo, y le sanciona, entre otros correctivos, con la pena de no formar parte de la estación de penitencia de su cofradía durante un periodo de tres años, una condena que, según recoge la sentencia, se prorrogará "sine díe" si no se retracta públicamente del "daño moral y económico ocasionado" a su hermandad.
Los hechos que han dado pie a esta dura sentencia se remontan al 17 de marzo del año pasado, cuando el demandado abordó al comisionado episcopal del Dulce Nombre, impuesto por Palacio con fecha de 16 de diciembre de 2009, para "de forma muy agresiva" reclamarle explicaciones del supuesto expediente abierto contra él en Palacio desde 1995 por graves irregularidades contra la Iglesia por el que se le prohibía salir en el lugar representativo que venía ocupando dentro del cortejo procesional. Visíblemente alterado, el demandado se dirigió al comisionado a gritos y con intención de intimidarlo con el pecho, hablándole muy cerca del rostro y lanzándole improperios y expresiones como "Toledito, Toledito, nos veremos".
El propio Luis Alberto reconoce que perdió las formas y que insultó al comisionado, "pero no es verdad que le pusiese los dedos en la cara". La sentencia considera suficientemente probado que Luis Alberto Gutiérez Pérez "coaccionó y amenazó públicamente al comisionado episcopal de forma continuada y pertinaz", lo que el Tribunal califica como "una falta grave y delictuosa, tanto por la figura de la persona ofendida, en cuanto constituida en autoridad eclesiástica, como por la persona ofensora, que por haber sido miembro de junta, conoce las normas de la hermandad".
En su defensa, Luis Alberto aclara que la sentencia no recoge la provocación que medió por parte del comisionado, al tratarle de manera "displicente" y responderle que no tenía por qué darle explicaciones.
Los delitos de desacato y coacción a la autoridad eclesiástica no sólo le han costado la privación de salir de nazareno durante tres años. También, y por el mismo periodo, se le priva del "uso y disfrute de la casa hermandad" y de "todos sus derechos, incuido voz y voto en los cabildos". Además, se le inhabilita para ser miembro de junta de gobierno o auxiliar de de la misma "durante un periodo de dos mandatos".
Luis Alberto, que el jueves recurrió la sentencia en Palacio, cree un "castigo desmedido" el que le priven de salir de nazareno e incluso pisar la casa de hermandad. "Aunque fuera culpable, porque yo me hubiera extralimitado, el castigo me parece desproporcionado, excesivo, propio del siglo XV", se lamenta. "Me cuesta muchísimo trabajo pensar que el arzobispo de Sevilla tiene constancia de esto. No creo que pueda estar de acuerdo con estos criterios", máxime, explica, cuando el propio Asenjo, en el decreto sobre las nazarenas, se refiere a la estación de penitencia como un "piadoso instrumento de santificación" y una "valiosa manifestación de fe pública y una verdadera fuente de frutos sobrenaturales para quienes participan en ella". Aunque sabe que es "luchar contra ruedas de molino", Luis Alberto ha recurrido la sentencia con la esperanza de que, mientras se resuelve el proceso, poder salir de nazareno. El somisionado le ha vuelto a negar la papeleta de sitio. Mañana se reúne con el delegado de Asuntos Jurídicos para buscar una solución.
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