“Peregil” se entierra hoy pero existirá para siempre. Su voz, su rostro  convulsionado - "Todos mis huesos dirán: ''Oh el Eterno, ¿quién hay como  Tú?”- seguirá estando cerca de los pasos de La Cena o los de Santa  Catalina, las hermandades de su barrio; le seguirá cantando los  miércoles santos de noche a la Virgen del Refugio, pero sobre todo  seguirá eternamente en el balcón de la Plaza del Museo donde su saeta  era como una insignia más de la cofradía. Este año al pasar la Virgen de  la mirada alta fíjense en Ella. Habrá en la plaza una saeta de menos y  una lágrima de más.
ESCRITO POR: José Cretario 

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